Cuento sobre el destino

María quería tener un hijo, era una necesidad vital para su desarrollo personal y espiritual, y estaba dispuesta a todo para conseguirlo, el término «todo» se refería principalmente que para tener un hijo necesitaba como mínimo un donante.

Como ya he dicho, tener un hijo era más prioritario para María que tener un marido, novio o rollete.

Tenía prisa., así que ni corta ni perezosa fue a un centro de planificación familiar y solicitó un donante de esperma. Pero María tenía un motivo especial para tener un hijo, a parte del instinto materno, había una señal en el cielo, o la falta de esa señal la que le obligaba.

A su futuro hijo quería darle un regalo imposible de obtener, algo que nunca nadie antes había tenido y que al parecer sólo había caído ella, en todo el mundo.

María era astróloga aficionada, seguía con pasión el devenir de las constelaciones y cómo el zodíaco afectaba a nuestro carácter, pero un día observando unos esquemas de la bóveda celeste, junto con una serie de datos matemáticos acerca del desplazamiento de la tierra sobre las constelaciones, hizo un descubrimiento extraño y maravilloso.

Calculó con exactitud que al cabo de diez meses, un día en una hora determinada, se abriría una ventana, una zona celeste sin ningún tipo de influencia sobre La Tierra. Sólo duraría unos breves instantes, mientras los planetas y las constelaciones se volvían a alinear, pero el tiempo justo cómo para que un recién nacido despertase a la vida sin ningún tipo de influencia cósmica.

El hecho era un acontecimiento extrañísimo, como el olvido de un ladrillo en la construcción de un edificio, y sin embargo era posible. Pensaba que técnicamente el niño sí que tendría un signo del zodíaco, pero astrológicamente esos planetas no le influirían.

Por eso estaba tan nerviosa, tenía el tiempo justo para embarazarse, gestarlo, y parirlo un día concreto a una hora concreta. Pensaba que si se lo decía a un médico la tomarían por loca, así que decidió investigar por su cuenta técnicas para controlar el parto y el momento en el que ocurriría.

María optó por el parto natural, en casa, con unas asistentes de una asociación pro-parto natural.

Una vez se quedó embarazada comenzó a extremar la vida sana que ya de por sí siempre había llevado. Se mostraba un poco maniática con ciertos aspectos de la comida pero sin caer en la exageración.

Pasó el tiempo, el día y la hora en el cual se abriría el cielo ya estaba cercano.

Sería el día 1 marzo a las 12:07 de la noche. La criatura ya tenía la fecha y la hora del nacimiento, ahora lo único que le faltaba era no adelantarse, ni atrasarse, tenía que ser exacto.

Su madre hacía ejercicios para controlar los músculos y poder así controlar el parto, cuando ya quedaba pocos días llegó a la conclusión de que si era esa hora y ese día y no había nacido lo haría por cesárea, si no ya vería que hacer para que no saliese antes de tiempo.

Pero ocurrió algo que a María la pilló desprevenida, algo que no se esperaba y le asustó de sobremanera.

El día 28 de febrero por la noche empezó a sentir unos fuertes dolores en el vientre, estaba de parto, parecía que todos los esfuerzos por controlar su cuerpo se le habían desmontado en pocos segundos. Rápidamente rompió aguas y a duras penas pudo llamar a las voluntarias que debían atenderle, las contracciones eran fortísimas.

Era de noche, pero había perdido la noción del tiempo. Hacía ejercicios de relajación y respiración, todo lo que le habían enseñado en las clases. Pero era inútil, no podía controlar la situación.

Sin pensarlo, pensó que la idea que le había rondado por la cabeza durante tanto tiempo no era más que una tontería y rápidamente se olvidó de ella. Ahora lo único que le importaba era que ése parto, sin anestesia, sin ayuda y sin nada, no le sorprendiese con la muerte, de cualquiera de ellos.

Con la ayuda de las voluntarias todo fue más fácil, las chicas eran enfermeras y estaban a favor de que la gente tuviese a sus hijos en su casa…siempre dentro de una serie de normas de seguridad. Pero afortunadamente todo fue bien, demasiado bien.

Poco después de las doce de la noche, el llanto de un recién nacido saludaba a un nuevo día. Era un niño, sano y grande. Y cual fue la sorpresa de la madre, cuando al mirar el reloj para saber cuanto tiempo había sufrido ese calvario se dio cuenta de que si lo hubiese hecho aposta no le habría salido mejor. Eran las 0:07 horas del 1 de marzo, «la hora Bond» en la que tantas veces había pensado que debería nacer su hijo, todo había salido perfecto, sospechosamente perfecto.

Al momento las comadronas dieron los cuidados al recién nacido, y una vez estuvo listo se lo entregaron a su madre. Ésta le miro con dulzura y afecto; sus ojitos, su naricita. Estaba satisfecha de que se pareciese a ella y no a un señor que no conocía, era tan bonito

Notaba como el pequeño ser respiraba nerviosamente, intentando sobreponerse a la faena de venir a ése mundo. Su madre lo recogía entre sus brazos tiernamente, acariciándole las mejillas, cogiendo sus diminutas unas diminutas manos que la dejaron extrañada, se fijó un buen rato y no las encontró, parecía mentira, pero no las había. El niño había nacido sin líneas en las manos, la madre rió.

Como el padre de la criatura había sido al azar, y cómo ella quería que no tuviese influencias planetarias, creyó oportuno inventar un nombre nuevo para su hijo, un nombre sin significado que no le atase con las tradiciones ni los significados. No se fiaba de las jugarretas del subconsciente y pensó que lo mejor era crearle un nombre al azar. Mandó hacer unos papelitos con letras y los metió en una bolsa de tela y le dijo a las chicas que le habían atendido que sacasen una cuantas letras, no importaba cuantas. Las chicas iban sacándolas y poniéndolas una al lado de otra de izquierda a derecha y por orden de substracción.

Cuando acabaron de sacar las letras todos miraron que nombre había salido y su madre, le miró con ojos vivos y al oído le dijo suave y solemnemente: Hijo mío, he intentado por todos los medios que el destino no condicione tu vida, que seas libre y que sólo del azar y tus decisiones guíen tu vida, no el destino. Para que siempre recuerdes que tuya es la libertad, te llamarás Gurtnak, El que Posee su Propio Destino.

3 pensamientos en “Cuento sobre el destino

  1. Es curioso que los temas importantes nunca se agotan y seguiremos siempre dandole vueltas, el destino. Como cuando Ulises intenta vover a casa y lucha contra los dioses, contra el destino y al final lo logra. Supongo que nunca sabremos si en el fondo nuestro camino es un rail que seguiremos y nuncca podremos dejar o si nuestra vida es un campo por donde nosotros escogemos el camino que más nos gusta. Lo primero realmente es cruel. Es mejor imaginarte que tu puedes escoger aunke kizá tan solo sea eso, una ilusión. jeje. Realmente no lo sé. Nadie lo sabe supongo.

  2. Hola estuve pensando sobre el tema y al final me di cuenta de que kizá Gurtnak estaba predestinado a nacer ese dia. Paradójicamente su destino tal vez era no tenerlo.

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